La cooperativa 2017
Todo esto de “la
cooperativa” empezó hace un año, cuando después de mucho tiempo de rodar a mi
bola, volví a organizar una gran quedada entre amigos. Fue el reencuentro con
unas sensaciones que llevaban varios años cogiendo polvo en el desván de los
recuerdos: nervios, incertidumbre, algunos momentos de exasperación… y la
felicidad final que lo compensa todo.
Pese a las lagunas organizativas
del año pasado, prácticamente todo el mundo repitió en la cooperativa-2017:
mismo lugar, mismas fechas, misma filosofía. Una concentración donde nos
apropiamos de todas las habitaciones del único hostal que hay en Olocau del
Rey, pequeño pueblo del Maestrazgo castellonés que ya empieza a ser nuestra
segunda residencia.
“La cooperativa” no se publicita,
porque viene con todo el aforo vendido. Veintitantos amigos confluimos en
el mismo espacio, llegando hasta aquí por diferentes caminos, pero en la “zona
cero” todos hablamos con todos, hay mucha calidad personal y eso se contagia.
Desgraciadamente, no podemos
acoger a toda la gente que hubiéramos querido, sencillamente porque no hay
capacidad física para hacer más grande nuestra cooperativa… y seamos francos,
si convertimos este evento en algo multitudinario, lo disfrutaríamos también,
pero mucho me temo que perderíamos esa conexión grupal que, ya siendo veinte
almas, estamos llevando al límite.
El pasado puente del uno de mayo,
tuvimos nuestra pequeña fiesta anual, y vale la pena escribir sobre ello…
El sábado era el día de la
confluencia; Joaquín venía de Ciudad Real, con la agobiante compañía de las
lluvias, a ratos abundante, a ratos torrencial. Fernando y Laura ya llevaban un
par de días en la carretera, acercándose desde Madrid sin prisa y con muchas
pausas. El resto del contingente madrileño (María, Raúl, Víctor, Rober y
Carlos) vinieron también del tirón, igualmente acompañados por el agua caída de
los cielos.
Los catalanes tuvimos más suerte
con el tiempo: salimos con un sol espectacular, cuando se encapotó nos pusimos
los chubasqueros (sin que nos lloviera), y en Alcañiz decidimos quitárnoslos
(momento en el cual empezó a chispear). Por cierto, somos Lídia y Carles, Núria
y David, Pilar y Daniel, Yolanda y Kiku, Javier (que subió desde Puertollano
hasta Barcelona para comprarse su nueva moto, y la llevaba de estreno), y Yoli,
motera sin moto que hizo de artillera de José Luis, que casi no ha dejado que
se seque la tinta de su recién estrenado A2. Luego estaba Joan (su artillera se
uniría a la tropa en Olocau), y nosotros, claro, mi santa esposa Isabel y el
que os escribe. Francesc y Susana no llegarían hasta entrada la tarde, con su BMW agonizando por la batería; así estarían todo el fin de semana, encomendados a la santa virgen del Voltio... y a un cargador permanentemente enchufado.
La llegada a Olocau se hace bajo
un techo de nubes compactas que a duras penas nos han respetado hasta llegar al
cobijo del hostal Mesón del Rey. Santiago y Alicia están esperándonos con su
habitual hospitalidad, y tras el primer reparto de llaves, nos hemos sentado a
comer.
Teníamos planificada una breve
ruta para quemar la tarde conociendo una pequeña parte del Maestrazgo, pero
ante el panorama meteorológicamente revuelto, hemos puesto las motos a
cubierto, y vestidos de calle, nos hemos acercado hasta el museo municipal,
donde nos han vuelto a demostrar que, por muy anónimo que sea cualquier lugar, absolutamente
todo tiene un pasado que explicar.
La visita al museo nos ha llevado
buena parte de la tarde, y lo más importante, ha dado margen a los “madrileños”
para que, por fin, acaben de llegar a Olocau.
Ya todos juntos, hemos
aprovechado el resto del día para actualizar nuestras respectivas vidas… y
bueno, para visionar una sorpresa en forma de vídeo-homenaje, confeccionado por
ese monstruo creativo que es Raúl, en ese marco incomparable que es la televisión
de una habitación doble ocupada por veinticinco personas.
El domingo era el día de la ruta
grande. Despedimos a Núria, David, Pilar y Daniel –han bajado como quien dice
“para saludar”-, y nos ponemos en marcha.
Pese a ser de esos puentes en los que
todo el país está moviéndose por ocio, las carreteras del Maestrazgo son un
oasis de tranquilidad, y más aún si nos metemos por carreteras comarcales, que
en esta zona son muy comarcales.
Hemos estirado las piernas en Ares del Maestrat (nunca mejor dicho, con una
subida a su castillo que para algunos fue particularmente extenuante).
En Rubielos de Mora, nos esperaba una mesa bien surtida...
No nos hemos marchado sin visitar
Rubielos; fortificado sobre sí mismo, pertenece a la comarca de
Gúdar-Javalambre. Volvemos a las motos, pero en menos de diez kilómetros volvemos
a poner el pie a tierra en el embalse de Balagueras: teníamos planeado un baño,
pero aunque el día es azul, la temperatura no está para andar por ahí en
bañador…
Otra parada en Cantavieja y
Mirambel completó el círculo de nuestra ruta, y con las últimas luces del día,
y las primeras gotas de lluvia de la noche llegamos nuevamente al hostal.
Llega la hora de la versión
extendida de las leyendas, y de hablar de proyectos comunes, grandes sueños que
están a punto de corporizarse. Raúl dice que ha tenido que decirle “no” a un rider mediático que hubiera querido
venir también a Olocau: “si no hay sitio,
no hay sitio”, me dice Raúl. “Sí,
pero es un halago que se nos fije gente importante”, replico yo. “La importancia la ponemos nosotros, pero
todos somos gente”, zanja definitivamente el de Móstoles: este tío esculpe
sus declaraciones en piedra milenaria, para que perduren durante siglos.
Urbano es un habitual del hostal,
lugareño jubilado que no perdona su vinito diario; a base de visitas, hemos
cogido confianza mutua, y nos deja también un halago cálido: “ustedes sí que son buenos visitantes, no
nos miran por encima del hombro ni hacen como si los que vivimos aquí no
existiéramos”.
A la mañana siguiente, con ese
vacío de quien sabe que esto se acaba, hacemos una ronda de despedidas que se
alarga durante muchos minutos, no parecemos encontrar el momento de cerrar la
visera, y poner rumbo a nuestros hogares. Se hace más llevadero decir que no es
un “adiós”, sino un “hasta pronto”.
Posdata: No estuvieron todos los que hubieran querido estar, pero... ¡Frikitaun no faltó!
Saludos y buena ruta!
Solo puedo decir cosas buenas, perdón, muchas cosas buenas. Lo voy a resumir en un "gracias amigo". Gracias por este escrito, gracias por lo que me toca, gracias por montar este tinglado y permitirnos formar parte, pero lo más importante de todo, gracias por tu amistad. Me pones ñoño tronco!! 😙
ResponderEliminarLeyendo entre líneas, intuyo que volveremos a vernos en la carretera... Vosotros empujáis por el lado bueno del mundo, así que es bueno teneros cerca, abrazaco y hasta pronto!
EliminarBuenas noches.
EliminarMe gusto mucho ver este link.
Es un placer haber podido conpartir con vosotros uno cuantos kilometros.
Me he sorprendido de la amabilidad y el nivel humano de estos moteros.
Estoy deseando poder conoceros un poco mas.
Para eso os pido que me dejeis compartir algunas salidas mas con vosotros.
Y nada espero que llegue el 28 de Noviembre.
Gracias y gracias .
Por dejarme compartir vuestras aficion y vuestra compañia.
Encantado de haber gozado vuestra (breve) compañía, seguro que pronto habrá más oportunidades... Nos vemos en ruta!
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