ARTIC Pirineos 2018


Durante los últimos años, el calendario de eventos moteros está viviendo una sutil transformación: las concentraciones digamos “clásicas” están padeciendo un estancamiento, mientras que aquellas que exigen un movimiento continuo son cada vez más numerosas: siempre lúdicas antes que competitivas, las concentraciones “maratonianas” llevan el concepto “salir en moto” más allá de nuestros límites habituales, ya sea por el tiempo que pasaremos pilotando, la originalidad de la ruta planteada, o la necesidad –en algunos casos- de llevar un road-book.

Los organizadores de “Artic Pirineos” han entendido perfectamente que para destacar en el calendario motociclista hay que ser originales… y sobre todo serios, para que el “boca-oreja” multiplique la asistencia de un año para otro. Los casi quinientos inscritos que se dieron cita los pasados 8 y 9 de junio en Biescas son el mejor ejemplo de que se están haciendo bien las cosas.


Repasemos las originalidades de “Artic”; de entrada, combina sabiamente dos grandes grupos: los que vienen exclusivamente a rodar por carretera, y los que combinarán el asfalto con pistas de enduro “amable”, apto para esas grandes “trails” que ahora se están vendiendo como churros, y que paradójicamente encuentran pocos eventos organizados en los que se les brinde la posibilidad de mancharse un poco de barro… Pero ahí no acaba todo, ya que en diversos puntos del recorrido hay pruebas tipo yincana que los participantes deberán superar para ir acumulando puntos, y así conseguir que nos sellen el “pasaporte Artic” al final de la jornada.




En la edición de este año, la lluvia intermitente ha mermado la diversión, sobre todo para los que hacían rutas “trail”, que en algunos tramos tuvieron que bregar con más fango del que hubieran deseado. El planteamiento de la ruta es el ya visto en otras ediciones: hay cuatro subrutas tanto de “trail” como de “road”, que la organización repartió de manera equitativa para evitar que se montaran “pelotones”, algo muy de agradecer sobre todo para los que hacían caminos. Y de ahí al final de la jornada, a descubrir decenas de rincones del Pirineo oscense, y por supuesto a completar las pruebas de la yincana, una excusa para descabalgar un rato de la moto, echar unas risas, y muy probablemente hacer nuevos amigos. 







Cuesta encontrar fisuras en la organización de este evento: un “welcome pack” de lo más generoso, la ya mencionada buena gestión de los grupos para que no se molestaran entre ellos, la cena al final de la jornada, y sobre todo, que en ningún momento dejaran de insistir en que el respeto a vecinos, fauna y flora estaba siempre por encima de nuestra propia diversión. Profesionalidad en mayúsculas que trae buen ambiente, y que sin duda hará que cada vez más gente hable de un evento que tiene músculo para años.

Comentarios

  1. No es que me gusten mucho este tipo de eventos.
    Creo q para beneficio de algunos... al final la masificacion de algunas zonas obrarà en detrimento de tod@s.
    Pero de ir a algun "sarao" de este tipo... Creo que serìa este.
    ;-)

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