Motoh! 2016
Ha llovido mucho desde que
Barcelona acogió por última vez un Salón de la moto, ocho años nada menos. Aún recuerdo
aquel Motoh!-2008, un Salón Internacional que se podía escribir así, en
mayúsculas, y que podía tratar de tú a tú con la otra gran referencia europea,
el EICMA de Milán: hubo suficientes expositores para llenar cinco pabellones feriales,
y la asistencia global superó holgadamente las 200.000 personas.
Con estas cifras triunfales en la
mano, a los aficionados de a pie se nos hizo difícil asimilar que, “por razones
económicas”, aquel Salón quedaba anulado sine
die. Es bien cierto que por aquel entonces empezaba una terrible crisis
económica de la que aún estamos intentando salir, pero la suspensión del certamen
suponía una “rendición” comercial que coincidió con el progresivo desmantelamiento
de la hasta entonces potentísima industria motociclista española: Suzuki en
Gijón, Honda y Yamaha en Barcelona… particularmente doloroso fue el caso de
Derbi, desahuciados de su casa de toda la vida en Martorelles para languidecer
como marca minoritaria dentro del grupo Piaggio.
Una vez asumido el “shock” de que
en este país se acabó aquello de atar a los perros con longanizas, empezaron de
nuevo a florecer los salones motociclistas, de planteamientos mucho más
modestos y, sobre todo, prácticos: las azafatas de piernas interminables dieron
paso a comerciales arremangados que gestionaban ventas directas en los propios
“stands”. Estos nuevos formatos, vistos en lugares como el MotoMadrid o el
Motosalón de Barcelona, demostraron un gran poder de convocatoria, y que el
aficionado, tuviera o no dinero, mantenía intacto su interés por todo aquello
que oliera a dos ruedas.
Las motos han vuelto de nuevo a
Barcelona, y aunque es cierto que “tiempos pasados fueron mejores”, este
Motoh-2016 apunta maneras. Esto es lo que nos encontramos allí dentro…
La cola kilométrica para comprar
entradas y las aceras colapsadas de motos apuntaban que dentro habría un importante
tránsito humano, y así fue. El acceso de la zona exterior está bastante
despejado, así que empezamos nuestra crónica por ahí. Los trialeros Jordi Pascuet y Marcel Justribó hacen las delicias del
respetable trepando hasta cotas aparentemente imposibles. Tiendas del ramo ofrecen
productos “aftermarket” de todo tipo y calidades.
En las carpas del Servei Català
de Trànsit se imparten cursillos de formación y conducción; también hay
circuitos para tomar contacto dinámico con diferentes modelos. Unos
“food-trucks” llenan el poco espacio aún disponible.
Dentro del pabellón ferial, el
follón es considerable. Cada marca intenta atraerte a su “stand” con artimañas
en forma de música atronadora (llegamos a ver un DJ pinchando en directo),
luces estroboscópicas o “regalitos” de merchandising; los de Kawasaki han
puesto en marcha uno de sus “pepinos”, y por un momento una sinfonía de 100
decibelios y 10.000 RPM colapsa todo lo demás.
El primer stand con el que nos
tropezamos es el de Honda, y sus dos poderosísimos reclamos: la RC213VS (también
llamada “MotoGP matriculable”), y la Africa Twin “Adventure Sports Concept”, un
prototipo fácilmente comercializable, y sin duda la recreación más fiel del
modelo original. También pudimos ver las nuevas Integra y NC, ahora con un
acabado más esmerado.
El Salón ha reservado un espacio
para motos personalizadas (la mayoría con base Harley-Davidson); aunque debo
confesaros que no soy muy “fan” de las preparaciones, aquí pude admirar varias
joyas, piezas únicas e impecablemente rematadas… Sirva como ejemplo una
peculiar Harley “Scrambler”, o una especie de híbrido entre Norton y Harley.
KTM también tenía un “stand” de
lo más completo, creo que no dejó ni un modelo de su catálogo por exhibir…
incluida esa bestia llamada Super Duke GT 1290, una sport-turismo que tiene
mucho más de lo primero que de lo segundo. También tenían expuesta la Moto3 de
Miguel Oliveira, de tamaño tan contenido que casi pasaría por una
“pocket-bike”.
Kawasaki presentaba en sociedad
la ZX-10R que está triunfando en el mundial de SBK; y para demostrar el poderío
de la marca, le pusieron al lado una H2R, que aunque ya no es novedad, sigue
intimidando como pieza de culto que está condenada a ser. Para bajar a la
tierra, tenían su colección de scooters, y también la W800, que no puedo dejar
de mencionar porque siempre que la veo, pienso que podría tener una y no
abandonarla por el resto de mis días.
El grupo Piaggio, como no podía
ser de otra manera, partía la pana con sus scooters: desde los modernos Liberty
o Medley, hasta una PX125 que parece detenida en el tiempo. Derbi continúa
comercializando la Variant… aunque no conserva ni un tornillo de aquella bici
con motor que nos flipaba en los 80.
Las Moto Guzzi destilan un “no sé
qué” que provocan una inevitable atracción a quien comulgue con motos de otros
tiempos, como las V7 en sus diferentes variantes, o la recién horneada V9
Bobber/Roamer. Mención aparte merece la Audace, lo más “macho bike” que me he
puesto entre las piernas, y no exagero: ese volumen, ese manillar hiperancho y
esas estriberas adelantadas exigen una adaptación, o mejor dicho una “selección
natural” a quienes la pretendan… Un artefacto frente al cual ningún humano en
sus cabales osará faltarte al respeto.
En un ángulo del pabellón, el
club “Mujeres Moteras” tenía expuesta una línea de ropa exclusivamente
femenina, algo de lo cual mi artillera Isabel se lamentaba, en el sentido de que
las mujeres tienen algunas carencias para equiparse en igualdad de
oportunidades con sus colegas masculinos. Y ojo al dato, en el salón oí unas
cuantas conversaciones de mujeres muy metidas en la movida, así que el mercado
no tendrá más remedio que tenerlas en cuenta, si no quieren dejar fuera una
porción de pastel que se agranda año tras año.
Peugeot trajo su habitual remesa
de scooters, como los Django, que parecen una nevera de los años 50, pero de
momento siguen sin pasar de moda… También tenían en un pedestal un artefacto al
que su creador ha llamado “Deus ex machina”, un viejo scooter al que se le ha
adosado un invento para transportar una bicicleta.
Permitidme que pase un poco de
puntillas por el stand de MV Agusta, ya que me cuesta entender su filosofía… me
explico: en parado, son un excepcional ejercicio de estilo, pero no soy de los
que se ve pilotando una de ellas… Es lo que tienen las marcas de marcadísima
personalidad, que no te dejan indiferente. De todas formas, imposible pasar de
largo sin enajenarte un rato con la Dragster RR LH44, diseñada en colaboración
con el piloto Lewis Hamilton.
Harley-Davidson echó el resto en
este salón, y los dos concesionarios oficiales de Barcelona montaron cada uno
su propio “stand”, con diferentes políticas de exposición y bastante alejados
entre sí físicamente… mmm… ¿va todo bien entre ustedes, muchachos? En cualquier
caso, el derroche de hierro y cromo es norma en unos “percherones” que también
eligen a sus propietarios… y bueno, también a algún despistado que se apunta al
postureo de ir en plan tipo rudo. Lo
que está claro es que estas motos son un caso claro de que “transmiten algo”, y
si estás en su misma onda, o tienes una en el garaje, o planeas tenerla tarde o
temprano. Me incluyo.
Hablando de marcas que van a su
bola, Royal Enfield no traía ninguna novedad… ¡porque no saca nada nuevo desde
1.960! Bromas aparte, la marca ha hecho de su heterodoxia un auténtico
argumento de ventas, el arma definitiva para quien quiera algo que no sea
“inspirado en lo antiguo”, sino realmente venido de aquellos tiempos, con las
mínimas mejoras para mantenerse legalmente al día. La Continental GT es lo más
nuevo que tienen en el catálogo, con una pintaza que le hará ser de las más
observadas en el bulevar de tu ciudad. Y a un precio de derribo, por cierto.
No todo en el pabellón eran
marcas de motos; la aseguradora AMV tenía un simulador de lo más pintón, el
stand de los cascos LS2 ya lo quisieran muchos, y los chicos de Touratech
tenían una BMW RT1200 cruelmente tirada en el suelo para que pudiéramos
comprobar la efectividad de sus barras protectoras.
Sobraban motivos para acercarse
hasta el stand de Triumph, de tantas y tan interesantes novedades que traían:
las nuevas Explorer XC pueden mirar con insolencia a su rival alemana, y si no
la destrona de su puesto, será por prejuicios del pasado, o escasez de
concesionarios… ¡o que si la pones al mismo precio que “la otra”, joder, nos
ponéis a todos en un dilema! Las otras perlas del stand eran las flamantes T120,
Street Twin y Thruxton.
Yamaha también tenía un pequeño
arsenal de novedades. La fiera MT-10 estaba protegida por cintas perimetrales, pienso
que tal vez se les ha ido la mano con el diseño futurista… o tal vez empiezo a
ser demasiado viejo para este siglo. También estrenaban las XSR 900, para
deleite de seguidores de la saga “faster Sons”. Por lo demás, tonos flúor a
cascoporro en toda la saga MT, un precioso plateado mate combinado con llantas
azules para la Superteneré, el toque intemporal de la SR400… y por supuesto, la
rotundidad de la XJR 1300, la meganaked que pasa de las modas, y sobre la cual
sé de dos personas que suspiran por ella: Yanis Varoufakis y yo. Uno de los dos
ya la tiene, el otro sigue esperando su oportunidad. Por lo demás, también
tenían expuesta la moto de Jorge Lorenzo, o sea, que no les faltó parroquia en
ningún momento, muchos de ellos armados con el palito “selfie” de los coj…
De japonesa a japonesa, Suzuki
sigue mostrando una de las gamas más equilibradas del panorama motero. Y su
color azul es el más bonito de los azules, apunte personal. A su gama de
“incombustibles” como la VanVan -de la que somos devotos- o la VStrom, dos
reinas brillaban con luz propia: la SV650, que huele a superventas, y la
GSX-R1000, que busca alejarse de la “polivalencia” que caracteriza a la marca,
pretendiendo convertirse en la SBK con más mala leche del mercado.
Ducati también traía toda su
gama, destacando la X-Diavel, otra máquina que te provoca un desorden mental, con
su mezcla de deportividad pura y posición “custom”. Sin duda, otro modelo
especial, a un precio exclusivo. Por otra parte, la Multistrada Enduro es el
primo Zumosol de la Multistrada “a secas”; las Scrambler, como siempre a lo
suyo, creando su propio nicho de mercado en un apartado bien diferenciado del
resto de Ducatis, para subrayar que “somos lo mismo en la fábrica, pero no en
el márketing”. Junto a las Scrambler, un par de sillas de peluquería hacen un
guiño a la estética de los scrambleristas, srambleros o como quieran llamarse.
Y bueno, hasta aquí más o menos
lo que he considerado digno de explicar… Evidentemente, ha quedado mucha tela
por cortar, pero no todos los expositores han atraído mi atención: por ejemplo,
BMW ha pasado olímpicamente del salón, mostrando tan sólo sus dos “scooters” en
un cuchitril que ni siquiera merecía llamarse “stand”. O las Benelli, que me
han dejado más frío que un gintónic en el polo Norte. O que casi se nos vuelca
una Indian Roadmaster por simple ley de gravedad aplicada a un carro de polos.
O las Victory, tan molonas como incomprendidas. O que Isabel se subió en una
Sym Fiddle, y quedó tan encantada que no la quería soltar por más que yo le
suplicaba que, maldita sea, se bajara de aquello antes de que nos viera algún conocido…
En fin, esperamos volver el año
que viene con más y mejor, porque se puede hacer más, y se puede hacer mejor. Saludos
y buena ruta!
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